Y ahora cuando son las ocho y media de la mañana,
Paradas se está despertando con el sonido puro de los gorriones de sus naranjos,
mientras, motores de coches que a cuenta gotas se pasean por el pueblo
estropean este bello despertar que a esta hora un día ordinario tiene el sonido
del ajetreo de la antigua plaza de abastos. Será un día especial…
Pues es 25 de diciembre, una fecha que no se me repite
en la cabeza desde que no escucho aquel villancico que decía “25 de diciembre,
fun fun fun” y ha podido pasar más de tres años, pero por desgracia ni siquiera
se escucha algún otro cuando pasas por el escaparate de una tienda del pueblo
en esta fechas. Aún así todos los días me alegro de mis vivencias de infancia
porque mis paisanos sucesores no podrán vivir una etapa tan feliz como aquella,
igual que yo nunca he podido vivir una infancia mejor que la de mis padres.
El pueblo se torna raro, tímido, anhelado; el olor
de las castañas ha desaparecido en cada esquina, busco y no encuentro a ningún
coro de campanilleros, las tunas hace casi una década que no cantan en El
Porche y ni siquiera he visto guirnaldas. No se oyen villancicos, los
escaparates van perdiendo cada uno su tradicional belén… ¿Y desde qué cerraron
la tienda de mi abuelo, el Pérez Fernández, dónde se compran las figuras de los
belenes en Paradas? Si es que mi poca ilusión tiene todavía la esperanza de que
cada casa mantenga su portal de belén.
Cada casa repite por fortuna su cena familiar en
Nochebuena, sin cantarle al Niño, sin
hablar de Él; porque en las televisiones no aparece el rastro del Divino
Redentor, sólo el de un gordo vestido de rojiblanco que los niños tras aprender
su nombre en la escuela dice con orgullo “Papá Noel”. Y es tan poco lo que nos
queda, que la televisión ha dejado de retransmitir la Misa del Gallo que dejaba
abarrotada la parroquia.
Veinte minutos más tarde el pueblo sigue igual. Las
últimas pisadas de la calle son las de unos chavales que han vuelto de una
fiesta llamada de Nochebuena sin saber que significa esa palabra, no hay rastro
de aquellas niñas de las que me hablaba mi abuela que iban temprano a cantarle
en este día a Jesús. Porque Él sigue en el Sagrario un año más y no tiene en
cuenta nuestra ignorancia al decir Feliz Navidad.
Redacción: Jesús Pérez Vera.